2021 ha sido un año en el que creíamos que la tan ansiada “nueva normalidad” volvería a nuestras vidas. Un extraño oxímoron que nos generaba tranquilidad por lo de “normalidad” y perspectiva de cambio, de futuro y de evolución, por lo de “nueva”. Si embargo, lo nuevo y lo normal no han hecho más que potenciar algunos aspectos no tan originales de nuestras sociedades, que nos acercan a la anomia y la oclocracia más que a otra cosa. En este sentido, 2021 ya empezaba enrarecido. El 6 de enero se producía el asalto al Capitolio de los Estados Unidos, donde se celebraba una sesión del poder legislativo para certificar la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020. Un acontecimiento histórico y retransmitido prácticamente en directo, que enviaba un mensaje preocupante al mundo entero: la democracia, por imperfecta que sea, puede ser doblegada si a un multimillonario no le es rentable el resultado de unos comicios. No es de extrañar que el ambiente del resto del año ya quedase un poco viciado. Del acto salían reforzados, a fin de cuentas, los discursos más antidemocráticos, excluyentes y autoritarios, que colonizan poco a poco, como si de una especie invasora se tratase, Norteamérica, la vieja Europa y el resto del mundo.
Este ambiente enrarecido no fue espontáneo, hunde sus raíces tiempo atrás. Si bien, a lo largo de 2020 se vio potenciado por multitud de protestas contra la brutalidad policial, que se iniciaron en Mineápolis, en mayo de 2020, como consecuencia del asesinato de George Floyd. En los disturbios y protestas que se desataron, pronto se entremezclaron reivindicaciones, ideas y conceptos variopintos, antirracistas, antiautoritarios, anticlasistas y anticoloniales. Todo ello en medio de la ansiedad pandémica, ya cotidiana, terminó por convertirse en un movimiento de destrucción de monumentos conmemorativos, que se extendió por buena parte de Europa y América Latina, prolongándose hasta 2021. Cristóbal Colón, George Washington, Thomas Jefferson o Leopoldo II, iban cayendo ante la mirada atónita de los medios de comunicación globales en lugares tan diferentes y distantes como Minneapolis, Bristol, Bogotá o La Paz. Exploradores, esclavistas, reyes y políticos, todos ellos juzgados y condenados en una improvisada, tumultuosa y sumarísima damnatio memoriae, en la que encontramos, de nuevo, a la memoria, la historia y sus relatos en el centro de estas tensiones, como espacio en disputa. Somos muchos los que nos preguntamos qué nos está pasando, buscando asideros intelectuales a los que aferrarse. En fin, todos estos fenómenos requieren de una pausada reflexión y un debate moderado que se apoye en la observación, la reflexión y la crítica.
Desde el equipo editorial de la revista Cuadiernu creemos que en esta nueva normalidad debemos ser capaces de construir puentes entre la pluralidad de sociedades del mundo. Puentes sólidos, que nos ayuden a confeccionar relatos fundamentados y basados en el pensamiento crítico, en el conocimiento y en la ciencia. Pero no una ciencia sin alma, como la que denuncia nuestra admirada Isabelle Stengers, muchas veces alejada de los intereses de los ciudadanos y al servicio de los grandes poderes que gobiernan el mundo, sino una ciencia cosmopolítica, construida en la diversidad. Esta es una idea central del Cuadiernu, lo ha sido siempre, y esperamos que así continúe durante mucho tiempo. Otra ciencia es posible, cierto, pero, sobre todo, otra ciencia es necesaria.
Los trabajos publicados en este número, ya el noveno, reflejan bien todas estas inquietudes, tocando cuestiones relacionadas con la memoria, el patrimonio y la museología social-comunitaria, con una mirada que aúna lo particular y lo general. Encontramos contenidos relacionados con el memorialismo al que hacíamos referencia, como nudo gordiano de alguno de los trabajos, investigaciones relacionadas con la construcción de relatos históricos aterrizados, preocupados y comprometidos con lo que pasa en su mundo y a su alrededor. En definitiva, una colección coral que suma voces y anima a superar con optimismo esta era postcovid.
La sección de artículos comienza presentando una experiencia de museología comunitaria en Cabrils, Barcelona, una propuesta cuyo continente es el propio territorio y cuyo contenido lo conforma el patrimonio local entendido de manera holística. El autor del texto, Jordi Montlló, nos explica los fundamentos del proyecto, su largo proceso de creación, que como suele ser habitual en iniciativas de este tipo, estuvo jalonado por múltiples dificultades. También nos habla del futuro de una experiencia comunitaria que se nutre de las bases teórico-prácticas de los ecomuseos.
Víctor Muñiz y Beatriz Comendador nos presentan los resultados de la investigación arqueológica que están llevando a cabo en el conjunto arqueológico de A Ceada das Chás/ Castelo de Lobarzán, localizado en la comarca del alto Támega, provincia de Ourense, Galicia. Mediante un exhaustivo análisis y una lectura conjunta de los trabajos de prospección y excavación en el yacimiento, se aportan datos novedosos y significativos para el conocimiento de diversos períodos, desde la Prehistoria Reciente a los últimos años de la Edad Media.
El tercer artículo procede de Colombia. Lo presenta Alberto Sarcina, quien trabaja con un equipo interdisciplinar en el proyecto arqueológico Santa María de la Antigua del Darién, territorio habitado por organizaciones comunitarias muy diversas, afectadas por el conflicto armado. El autor propone que la arqueología, en este contexto tan especial, puede contribuir con sus metodologías y prácticas a regenerar un tejido social desmembrado y fomentar el desarrollo local mediante un trabajo continuo y participativo, donde la escucha activa a la población es un elemento fundamental.
Abre la sección de notas la contribución de Andrea Viñas, centrada en los vestigios de la Guerra Civil española. El relato aporta apuntes sobre estrategias museográficas para el tratamiento de la memoria y el turismo en los espacios de conflicto, y desarrolla una propuesta para la puesta en valor del refugio antiaéreo asociado al aeródromo Barberán y Collar, localizado en el campus de la Universidad de Alcalá, a través de los medios que ofrece la interpretación del patrimonio.
A continuación, Carolina Venegas, nos presenta un formato de texto muy original, que parte de una serie de preguntas recogidas en diferentes mesas redondas y encuentros surgidos a raíz de la destrucción, el derribo o la remoción de monumentos situados en el espacio público, durante las protestas sociales que se inician a finales de 2019. Iconoclasia, resistencia y resignificación, son conceptos asociados a estas acciones, de los que la autora parte para entretejer sus respuestas. En la última nota, reaparece en este número el concepto de ecomuseo.
José Antonio Cuchí y María Dolores Giménez, muestran como a través de la asociación civil Nabateros d’a Galliguera, creada tras la oposición de la población a la ejecución de una obra de infraestructura, se ha logrado la recuperación de una tradición asociada al descenso de maderas o navatas por el río Gállego en Biscarrués, Aragón.
Finalmente, entrevistamos al historiador colombiano Sebastián Vargas, cuyos principales campos de investigación-intervención son las políticas de la memoria y los usos públicos de la historia.
Comité Editorial.
Cuadiernu Nº 9, 2021
ISSN-e: 2340-6895
ISSN: 2444-7765
Págs 4-7
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